Las bodas de Elba Esther
La boda de Elba Esther Gordillo y el abogado Luis Antonio Lagunas es un ejemplo idóneo de la línea divisoria rota entre lo privado y lo público, mezclada con un sinnúmero de personajes difusos, generando un circo mediático y violento.
El pasado 12 de febrero, todo estaba dispuesto para la boda religiosa entre la profesora y el abogado, en el Jardín Etnobotánico de la Ciudad de Oaxaca, cuando un grupo de vándalos llegó a arrasar con el lugar.
El timing fue preciso: los agresores llegaron justo antes de que las instalaciones fueran ocupadas, aunque ya había algunos invitados por ahí que, azorados se limitaron a retirarse de las instalaciones.
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Las pintas en las paredes del Jardín Etnobotánico, no podían faltar: “Elba Esther asesina” y “Fuera Elba Esther de Oaxaca”.
Como es de uso, los medios se lanzaron a identificar sin pruebas, a los culpables: la mayoría se aventuró por señalar a la sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
Los analistas se preguntan dos cosas. Filtrar con días de anticipación los datos de la boda no es por lo menos, ¿servir en charola de plata la posibilidad de una agresión? Y, si por algún motivo, Gordillo y su esposo se hubieran encontrado ahí, ¿a quién beneficiaría su linchamiento real y no mediático?
La maestra, eterna previsora, tuvo un Plan B y la boda y la fiesta se realizaron, más bien uso como carnada para sus enemigos el adelanto de que se llevaría a cabo en el Jardín que está en pleno centro oaxaqueño junto al templo de Santo Domingo.
Cabe pensar que la agresión no solamente debe leerse con la clave de un odio hacia la maestra por parte de un grupo de poder.
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También señala claramente que la ingobernabilidad en el país ha alcanzado niveles extremadamente peligrosos.
Y los cuchillos largos se afilan todos los días contra quien sea, por los motivos que sean.
De las anécdotas que se cuentan
Dicen los que saben que “Los Rojos” no solamente no han sido erradicados, sino que se han consolidado. Y tienen notorios intereses en los estados de Puebla, Guerrero, Morelos y el Estado de México, además de repercusiones en los Estados Unidos.
Ahí está la Orden Ejecutiva 14059 firmada por el presidente Joseph Biden, en el que declara tanto a “Los Rojos” como a “Guerreros Unidos”, en calidad de “Entidades Criminales Designadas”, el pasado 15 de diciembre de 2021.
El que una organización delictiva alcance tal categoría significa, de acuerdo a los expertos consultados, al menos cinco consecuencias, en este caso para los discípulos de Santiago Mazari:
- Que le sea bloqueada cualquier propiedad, interés o activo en los Estados Unidos y en general, con cualquier persona física o moral de dicha nación.
- Que le sea impedida cualquier tipo de transacción en el Sistema Financiero del vecino país del norte.
- Que no pueda obtener créditos de ninguna especie en la citada nación.
- Que ninguna persona física o moral con intereses en los Estados Unidos, podrá ofrecerle inversiones o compras de todo tipo de mercancías y servicios.
- Y que todos y cada uno de los liderazgos de cualquier organización legal o ilegal vinculada al grupo delictivo, caerán en todas las consecuencias anteriormente mencionadas.
Así, el grupo criminal que fundó en Morelos un sicario de los hermanos Beltrán Leyva, Santiago Mazari, queda claramente identificado como prioridad para el gobierno de los Estados Unidos.
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Comentan los expertos que esta organización y “Guerreros Unidos” tienen ahora tres correspondencias. La primera es el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa; la segunda es el territorio que se disputan ferozmente y la tercera, es su arribo a la Orden 14059.
En este momento, “Los Rojos” y “Guerreros Unidos” se pelean cada metro de los municipios de Cuernavaca, Jiutepec y Temixco y sus intereses alcanzan hasta Acapulco, por lo que no es de sorprenderse que en las entidades que se disputan, tengan margen de movimiento suficiente para armar carnicerías.
La conclusión parece obvia. “Los Rojos” son una amenaza para la seguridad nacional de los Estados Unidos y la de México, pero solo Joseph Biden ha puesto por escrito sus certezas, mientras su contraparte vive en una campaña eterna y costosa.
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*ARD