La mina en Apatzingán
Pasó prácticamente inadvertido para los medios masivos de comunicación, apenas ayer lunes se publicó en primera plana de Milenio, pero no para los expertos, quienes muestran preocupación por lo que puede venir en el futuro de la lucha entre la delincuencia organizada e innumerables organizaciones ciudadanas.
Ocurrió el 12 de febrero en un paraje de Aguililla, Michoacán, la supuesta zona que liberó el Ejército Mexicano de las fuerzas enviadas por Nemesio Oseguera, para quedarse con ese punto estratégico en Tierra Caliente y que le permitiría hacerse de un corredor envidiable para el tránsito de narcóticos.
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Pues, ese día, un campesino se disponía a iniciar sus labores cuando sucedió lo inesperado.
al caminar por una brecha, pisó el detonador de una mina antipersonal que las huestes de Oseguera han colocado por docenas. Explotó en un parpadeo y el campesino apenas llegó con un hilo de vida al Hospital General de Apatzingán, donde murió.
Por razones de propaganda, algunos medios de comunicación han intentado bajarle plomo a la gravedad del asunto, diciendo machaconamente que la mina era “artesanal” porque había sido hecha por personal de Cártel Jalisco Nueva Generación y no comprada en una armería.
Es indudable que da igual si la mina fue adquirida en una tienda de los Estados Unidos o si la preparó uno de tantos milicianos de CJNG que han sido entrenados por antiguos cuadros de las FARC colombianas.
El punto es que es una mina antipersonal.
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Hace poco tiempo se había alcanzado el clímax de la guerra entre CJNG y docenas de policías comunitarios, autodefensas y guardias ciudadanas al emplear drones que lanzaban explosivos y vigilaban atentados.
Hoy quedó rebasada esa frontera.
Ahora son minas antipersona.
Alguien en Lomas de Sotelo, sede de la Defensa Nacional, debe tomar nota de un evento aislado que puede terminar en una plaga que devaste más vidas, de canallas e inocentes.
De las anécdotas que se cuentan
Luc Montagnier, nacido el 18 de agosto de 1932, en Chabris y fallecido el 8 de febrero en Neuilly-sur-Seine, Montagnier será recordado más por ser el descubridor del virus VIH que por su Premio Nobel, aunque también por la polémica que lo trenzó por muchos años con su par estadounidense, Robert Gallo.
Doctor en Medicina por la Universidad de Poitiers, fue un pionero en virología si se considera que inició en el ramo en 1967 y para 1972 ya era jefe de la Unidad Oncológica Viral del Instituto Pasteur.
Compartió Premio Nobel en 2008: Montagnier lo recibió junto a Françoise Barré-Sinoussi, por el descubrimiento del VIH y en la misma ceremonia, el premio también lo recibió Harald zur Hausen, descubridor de los virus del papiloma humano.
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En 1983, Montagnier y su equipo identificaron al VIH, entonces llamado “Virus asociado a linfomadenopatía” y muy poco después, inició el problema en el sentido que Robert Gallo era el “primer descubridor”.
En 1990, la Oficina de Integridad Científica de los Institutos Nacionales de la Salud de Francia se aplicó a descubrir al verdadero pionero. Un equipo de expertos analizó las células que tenían almacenadas, tanto los laboratorios de Montagnier como los de Gallo: el grupo de trabajo concluyó que el virus de Gallo provenía del laboratorio de Montagnier.
Ambos personajes firmaron la paz hasta 2002, cuando publicaron juntos un artículo en la revista Science, con elogios mutuos, incluidos.
Pocos recuerdan a estos dos héroes de la investigación biomédica, pero a décadas de sus trabajos, el VIH sigue siendo un problema de salud pública que no puede soslayarse, menos aun con vecinos tan activos como el virus de Wuhan.
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*ARD