Gertz no es culpable
El informado periodista Darío Celis publicó ayer, 20 de abril, que Alejandro Gertz Manero habría aceptado presentar su renuncia a fiscal general de la República. Como es de uso en estos casos, la condición que puso el dueño de innumerables casas en el extranjero para dejar el cargo es que quede blindado políticamente; es decir, que no le hagan a él lo que hizo a docenas, ser un perseguido.
El daño que Gertz ha causado es enorme, no solamente por sus fobias y filias personales con las que ha metido a la cárcel a gente que odia o que quiere suavizar para obtener algún beneficio, sino con la precarización que aplicó a fondo en la persecución profesional de los delitos de corte federal.
Sobran estudios que han realizado organizaciones serias en las que establecen auténticas pesadillas respecto a la capacidad del Estado Mexicano para impartir justicia, no para escabullirse de los cárteles o inventar culpables.
La organización “Impunidad Cero”, pionera en estos temas, señala en su informe “índice Estatal de Desempeño de Procuradurías y Fiscalías (IEDF) 2021”, un dato que aterroriza, contenido en la página 31. “La probabilidad de que un delito se denuncie y se esclarezca en México, es sumamente baja, rondando el 1%”.
Gertz se concentró en otros temas, no en la mejora de la impartición de justicia en el país.
Más de uno ha dicho que los cárteles no lo molestaron, literalmente porque no los persiguió.
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El destino de Gertz recuerda un poco al de una mujer que también tuvo su paso por la entonces PGR, Marisela Morales, quien anduvo por esas oficinas en tiempos de Felipe Calderón, de 2011 a 2012. Le inventaron un cargo para irse a Italia, como Cónsul en Milán.
Cuando llegó la 4T al poder, Morales se convirtió en dueña de una firma de abogados con sede en Milano, Lombardía. Algo supo negociar que no ha sido perseguida y, sobre todo, se mantiene alejada de México, en donde un cártel juró eliminarla por algunas investigaciones emprendidas durante su breve gestión como procuradora. Fue oportuna su remoción, porque la sucedió Jesús Murillo Karam con todo y esa pesadilla de la “verdad histórica” del caso Ayotzinapa.
Carece de sentido especular sobre el consulado que le darán a Gertz. En la 4T, los nombramientos más extraños son cosa de todos los días. Lo que sí tiene pertinencia es pensar sobre el ungido para sucederlo.
Se habla con insistencia del ministro Arturo Zaldívar, quien ha mostrado una sumisión al poder de Palacio, más allá de lo lógico y, sobre todo, de lo técnico.
Si Zaldívar llega a la fiscalía, los cárteles pueden vivir en paz.
Hay fiscales de paz y de guerra. Como en este momento no hay interés en combatir a los cárteles, se necesita un fiscal de paz. Zaldívar no se va a lanzar contra organizaciones criminales que tienen el control territorial en alrededor del 40 por ciento del territorio nacional.
La salida de Gertz va en la misma lógica que los movimientos recién realizados sobre dos personajes cercanos a López Obrador. Leonel Cora Montaño e Ignacio Ovalle. Solo llegarán con el presidente a 2024, los leales hasta el absurdo.
El panorama no admite otra conseja que el ser súbdito o enemigo.
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En Palacio esperan que el inminente ex fiscal no elija ser enemigo, aunque fue integrando con discreción una carpeta de investigación contra Claudia Sheinbaum. Con tierra de por medio, tal vez los rencores se adormezcan. Nunca se sabe.
Gertz no es culpable del desastre institucional que generó.
Es responsabilidad absoluta de quien lo nombró y de quien lo recomendó.
De las anécdotas que se cuentan
Polémico a más no poder, el jurista Jorge Carpizo MacGregor murió el 30 de marzo de 2012 en la Ciudad de México. Campechano, fue rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, procurador General de la República y secretario de Gobernación federal.
No cualquiera puede presumir en su currículo, poco más de cien reconocimientos, máxime cuando se tratan de algunos como: la Medalla Henri Capitant de Francia, la Eisenhower Fellowship, los Doctorados Honoris Causa de las universidades Externado de Colombia, Autónoma de Campeche, de Tel-Aviv, Western California School of Law, de la Complutense de Madrid, de Colima, de Calgary, de Canadá, de Xalapa y la Autónoma de Chiapas.
Pues, alguien que lo conoció de cerca fue Raúl González Pérez, también ex ombudsman nacional. Y en un homenaje a Carpizo celebrado en la UNAM, en donde participaron el rector Enrique Graue y el exrector José Narro, advirtió:
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“Elementos que se asumían como logros irreversibles, conquistas sociales y ciudadanas reconocidas en la Constitución reciben múltiples cuestionamientos, inclusive ataques por parte de diversas autoridades e instancias de poder, que pareciere quisieran dejar de lado los ideales y las luchas de muchas mexicanas y mexicanos por la pluralidad, la inclusión, la democracia, la justicia y la vigencia de los derechos de las personas por la imposición de intereses ideológicos y políticos de grupo, que excluyen el pensamiento crítico y la posibilidad de disenso”.
No es González Pérez el que hablaba, sino un orador elegido para exhibir claramente la posición de un ejército de académicos y políticos que, al interior de la UNAM saben que su universidad es perseguida por un poder que encuentra en el disenso, la oportunidad para la guerra, la que sea. Carpizo fue un hombre de poder.
Ahora, su memoria se hizo oportunidad para acusar recibo del encono presidencial.
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